En medio de una conversación sobre la falta de riego en el jardín, Nick se ha puesto seria y pensativa, rumiando algún otro tema. En lugar de abordarlo, retomamos conversaciones sobre el verdor que se volverá amarillo enseguida si no llueve, sobre las calvas en el terreno y sobre gatos que se cuelan a orinar junto a dos fresas recién nacidas.

Cuando se rodó Soylent Green (Cuando el destino nos alcance) aún no habíamos nacido. Salió en 1973, aunque ambientada en 2022. Describe, en clave de thriller de ciencia ficción, las consecuencias de un desastre ecológico en un mundo superpoblado. En el filme sólo los ancianos recuerdan y añoran los alimentos frescos. Las masas de gente se hacinan en calles y edificios sumidos en la miseria. Sólo existen dos tipos de comida: El Soylent rojo y el Soylent amarillo. La compañía Soylent fabrica y provee los alimentos procesados de concentrados vegetales que sustenta a más de la mitad del mundo. El Soylent Green del título es su nuevo producto, supuestamente creado a base de plancton.
Cuando apareció esta película aún no existía la expresión cambio climático.

Por fin Nick se ha decidido. Acercando su móvil, me pide que lea en voz alta: «Asunto, Nieta en quinto grado.
Somos TimeGap. Su nieta en quinto grado ha iniciado una charla. Aceptar» Esta última palabra dentro de un rectángulo azul eléctrico.
Un poco más abajo de estas líneas, en la firma del email, me quedo colgado ante el significado del eslogan. «Chat with past».

En el 2022 distópico de Soylent Green se anticipa otro tema de actualidad. En esa ficción existe una institución llamada El Hogar a la que acudir para que te ayuden a morir en un ambiente de calma y paz. Mientras, en nuestro 2024, posponemos el trance de redactar el testamento vital.

-¿Te has fijado en la fecha?- remarca Nick.
Al repasarlo, la descubro a la derecha del remitente: 20/05/ 2189 (dentro de
165 años).
Ante mi primer «no puede ser», ella ha continuado con un «además es imposible porque». Pero tras unos minutos profundizando en la negación, la curiosidad nos ha vencido:
-¿Seguro que no dice el nombre de la supuesta quinta nieta? ¿O dónde vive?- le he preguntado a Nick antes de interrogar a Google.

Al buscar TimeGap surgen cientos de páginas web que tratan sobre un videojuego homónimo. Las pocas que no, tampoco invitan a chatear con antepasados lejanos.
Al teclear Chat with past, decenas de diccionarios nos muestran la conjugación correcta del verbo to chat. Un poco más abajo, en la lista de resultados, descubro una inteligencia artificial para charlar con personajes históricos muertos. Mientras me distrae la posibilidad de chatear con Martin Luther King, Nick ha hecho clic sobre el botón de «Aceptar».
-¿Quieres leer el mensaje?-ha dicho ella.

Mi respuesta ha sido levantarme de un salto. Al pasar la vista me sorprenden los caracteres en cirílico. Nick ha copiapegado el texto en un traductor y ahí estaba el mensaje desde la posteridad: Dice llamarse Nadia, tiene 21 años y vive en el norte. Nació en 2168 y es nuestra nieta de quinto grado. En qué momento estamos nosotros, pregunta.
Otro botón azul eléctrico permite continuar gratis la conversación. Rápidamente hemos consensuado la respuesta que quepa en los ciento cincuenta caracteres de regalo: «Estamos en 2024. Nos resulta increíble. Cómo podemos verificar que es real. Envía pruebas».
Tras enviar el mensaje, el botón de continuar gratis se ha transformado en la frase «Tu próximo mensaje será de pago».

Harry Harrison es el seudónimo de aquel visionario escritor estadounidense. La película Soylent Green está basada en su novela ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!.

La respuesta de Nadia ha llegado instantáneamente. Aunque primero han emergido dos ventanas, una con la lista de tarifas premium y otra con un texto ciertamente seductor sobre la fantasía hecha realidad de enviar mensajes a través del tiempo. Después de cerrar las ventanas, hemos quedado en shock ante la réplica de Nadia:
«Prueba: Hace 165 años tu marido predijo este chat en Rivas Actual. Ahora puedes preguntarme cuanto quieras sobre el futuro».

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Quique Pastor (Madrid, 1976) es un escritor de oficio, dedicado profesionalmente a la creatividad publicitaria y vecino de Rivas desde hace años. Es autor de las novelas 'El niño del Chupa Chups' (2008) y 'El tátara tátara tátara tátarabuelo' (2010) y el poemario 'Ejercicios de incomprensión' (2023). También cabe destacar sus blogs 'La raíz cuadrada de lo que soy' (2012-2013) y 'Ejercicios de incomprensión' (2014-2018), laboratorios indispensables para el desarrollo de técnicas literarias.