Termina hoy un año claramente distinto a los de las últimas décadas. El titular de este editorial se refiere a la parte quizás más anecdótica de lo que hace tan especial a 2019, pero no deja de ser un símbolo de la convulsión política y, en cierto modo, social que ha experimentado España. Votamos en las Generales de abril, lo hicimos en las Municipales y en las Autonómicas de mayo (que aunque eran el mismo día, se trataba de dos votaciones diferentes), y votamos en noviembre, de nuevo en unas elecciones Generales. Todo un record en la democracia española.
Más allá del número de veces que la gente hemos ido a votar (o no) en 2019, lo relevante, claro está, es lo que había detrás de ese continuado paseo hasta el colegio electoral: no ha habido manera de superar la ruptura de un sistema bipartidista para el cual estaba pensada la organización de la democracia española desde 1978, y que ahora, con esa ruptura, muestra todas sus carencias y debilidades. Las mayorías resultan siempre insuficientes en los últimos años, y eso implica un juego que ni los partidos tradicionales ni la propia arquitectura electoral están acostumbrados a jugar.
Y si a nivel estatal esto es así, a nivel municipal en Rivas (aunque de distinta forma y por distintas razones) también ocurre. Hasta 2015, el Pleno del ayuntamiento ripense estaba formado siempre por IU, PSOE, PP y ocasionalmente algún otro concejal de un partido minoritario. Desde 2015 hasta ahora mismo, la transformación es evidente: en las mismas elecciones de 2015 irrumpió la candidatura Rivas Puede, impulsada por Podemos, y también lo hizo Ciudadanos. En aquella ocasión, ninguna otra candidatura hizo sombra a las que terminaron obteniendo representación (IU-Equo, Podemos, PSOE, Ciudadanos y PP), pero de prácticamente tres fuerzas políticas con presencia, se pasó a cinco.
En 2019 no sólo ha aumentado esa variedad (ahora ya son seis las fuerzas presentes en el Pleno, ya que se añade Vox), sino que algunas candidaturas que se habían presentado por separado de todas éstas consiguieron, por primera vez en bastantes años, un resultado muy lejos del necesario para obtener escaño, pero sí suficientemente alto como para no ser considerado desdeñable. Es el caso de Rivas Puede, esta vez desgajado y confrontado con Podemos, y, en menor medida, de opciones como Vecinos Por Rivas o Actúa. Dicho de otra forma, el número de votantes que ha optado por opciones distintas de las «mayoritarias» ha aumentado en Rivas en 2019 respecto a 2015, por no hablar de fechas anteriores.
No es de extrañar que, dada esta realidad, la opción más votada (IU-Equo-Más Madrid, si bien con el mismo número de concejales que el PSOE) busque la consolidación de un Gobierno que no solamente aporte una mayoría «suficiente» (como la que ctualmente tiene, con IU y Podemos), sino absoluta y estable para la legislatura. Ese escalón sólo puede ayudar a salvarlo la incorporación del PSOE al Ejecutivo local.
Porque lo que está en el fondo de esas manifestaciones de fragmentación de las mayorías no es sino la progresiva pérdida de consenso social respecto a cada vez más cuestiones. Es cierto que en el nivel municipal la disminución del consenso social no opera de la misma forma que a nivel estatal, ni tiene un alcance tan notorio, pero es un nivel siempre sujeto al contagio, en mayor o menor medida. Quizás no tiene las mismas «oportunidades» de manifestarse, pero se manifestará cuando esas oportunidades aparezcan.
Y Rivas es una ciudad sujeta a una espada de Damocles muy clara: en pocos años, quizás al final ya de esta legislatura, se enfrentará al reto de mantener lo que son desde hace décadas sus señas de identidad (unas políticas claramente progresistas apoyadas en un nivel muy alto de servicios en relación a la renta media de sus habitantes) en una situación de debilidad presupuestaria por la falta de ingresos procedentes de la fuente con más peso en los últimos 30 años: la venta de terrenos y la construcción de viviendas.
Y para afrontar ese reto, o existe un consenso social muy amplio y muy profundo, o la ciudad se enfrentará a una situación inédita: la confrontación entre gobiernos y sociedad y la difícil gobernabilidad para el mantenimiento del nivel y calidad de vida.
Nuestro mejor deseo para todas y todos los habitantes de Rivas es que 2020 muestre los suficientes indicios de que puede conseguirse de forma sólida y duradera el pacto político necesario para frontar ese reto. Feliz 2020.